Bono: Es momento de pensar en grande acerca de la crisis de los refugiados

Bono estuvo visitando, recientemente, campamentos de refugiados en Kenia, Jordania y Turquía para entender y destacar al resto del mundo la naturaleza universal de esta crisis. Como colaborador del The New York Times, ha escrito su visión como activista, músico y ciudadano de este mundo acerca de esta crítica situación, como así también, un diario de su visita a estos campamentos de refugiados.

Recientemente he retornado a Medio Oriente y a África del Este, donde visité una serie de campos de refugiados, aparcamientos de humanidad. Fui como un activista y como un europeo. Porque los europeos han empezado a darse cuenta, muy dolorosamente en los últimos años, que el éxodo masivo de países colapsados como Siria no es solo un problema de Medio Oriente o de África, es un problema europeo. Es uno americano también, nos afecta a todos.

Mi compatriota Peter Sutherland, un alto funcionario de las Naciones Unidas para la migración internacional, ha dejado claro que estamos viviendo la peor crisis de desplazamiento forzado desde la Segunda Guerra Mundial. En 2010, unas 10 mil personas, en promedio, de todo el mundo, tuvieron que dejar sus hogares cada día. Algo que suena a mucho, a menos que consideres que cuatro años después, ese número se ha cuadriplicado. Y cuando las personas son expulsadas de sus hogares por la violencia, la pobreza y la inestabilidad, se llevan a sí mismos y a su desesperación a otros lugares. Y “otros lugares” puede ser cualquier lugar.

Pero con su desesperación algunos de ellos también tienen esperanzas. Parece de locos o de ingenuo hablar de esperanza en este contexto, y yo puedo ser ambas cosas. Pero en la mayoría de los lugares donde los refugiados viven, la esperanza no ha salido del edificio: la esperanza de volver al hogar algún día, la esperanza de encontrar un trabajo y una mejor vida. Dejé Kenia, Jordania y Turquía sintiendo yo mismo un poco de esperanza. Por más duro que sea realmente imaginar lo que es la vida como un refugiado, tenemos la oportunidad de reimaginar esa realidad, y de reinventar nuestra relación con la gente y los países consumidos ahora por conflictos, o albergando a aquellos que han huido de eso.

Esto necesita empezar, como lo ha hecho para mí, rompiendo con un par de ideas erróneas acerca de la crisis de los refugiados. Una es que los refugiados sirios están concentrados en campamentos. Ellos no lo están. Esos campamentos áridos son tan grandes que es difícil de entender que solo un pequeño porcentaje de esos refugiados en realidad viven en uno; en muchos lugares, la mayoría vive en comunidades de los países que los albergan. En Jordania y Líbano, por ejemplo, la mayoría de los refugiados están más en centros urbanos que en campamentos. Ese es un problema que no conoce el perímetro.

Otra falacia es que la crisis es temporaria. Supongo que depende de tu definición de “temporario”, pero no encontré a muchos refugiados, algunos de ellos que han sido desplazados por décadas, que sientan que están solo de paso. Algunas familias han pasado dos generaciones, y algunos jóvenes sus vidas enteras, como refugiados. Han estado exiliados de sus países originarios solo para enfrentar un segundo exilio en los países que han aceptado su presencia pero no sus derechos de moverse o de trabajar. Se escucha el término “solución temporaria permanente” lanzado entre los funcionarios, pero no con la ironía que creerías que merece.

Esos acuerdos deberían formar nuestra respuesta. Los Estados Unidos y otras naciones desarrolladas tienen una oportunidad de actuar inteligentemente, de pensar en grande y de moverse rápido para hacer frente a esta crisis y prevenir la próxima. Habiendo hablado con refugiados, y habiéndolo hecho con innumerables funcionarios y representantes de la sociedad civil a lo largo del camino, veo tres áreas donde el mundo debería actuar.

Primero, los refugiados, y los países donde ellos viven, necesitan más apoyo humanitario. Ves esto más claramente en un lugar como el complejo Dadaab en Kenia, cercano a la frontera con Somalia, un lugar remendado (o no) con palos y láminas de plástico. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados está haciendo un noble y muy duro trabajo. Pero no puede hacer todo lo que se necesita cuando es crónicamente desfinanciada por los mismos gobiernos que esperan que maneje este problema global.

Segundo, podemos ayudar a los países que albergan a los refugiados a verlos no solo como una carga, sino como un beneficio. La comunidad internacional podría hacer mucho más, a través de asistencia para el desarrollo y acuerdos de comercio, para alentar los negocios y a los estados que albergan a los refugiados a ver el lado positivo que las manos de las personas estén ocupadas y no inactivas (el Banco Mundial y las Escrituras están de acuerdo con esto). Los refugiados quieren trabajar. Eran encargados de tiendas, maestros y músicos en sus hogares, y quieren ser eso nuevamente, o quizá hacer otras cosas, si es que pueden obtener educación, entrenamiento y acceso al mercado laboral.

En otras palabras, necesitan desarrollo. Desarrollo que invierta en ellos y los potencie, que no se los trate como receptores pacientes sino como líderes y socios. El mundo tiende a dar esfuerzos humanitarios y de desarrollo, sus propias burocracias separadas y números de teléfono no listados, como si fueran preocupaciones totalmente separadas. Pero para ser efectivos necesitan estar mejor coordinados; tenemos que conectar a los dos y financiar a los dos. Los refugiados viviendo en campamentos necesitan comida y refugio de inmediato, pero también necesitan los beneficios a largo plazo de la educación, entrenamiento, trabajos y seguridad financiera.

Tercero, el mundo necesita apuntalar la asistencia de desarrollo que le da a esos países que no han colapsado pero que están sacudidos por conflictos, corrupción y gobernabilidad débil. Esos países todavía pueden derivar en la anarquía. Últimamente, algunos gobiernos occidentales han estado recortando la ayuda exterior para gastar dinero en lugar de buscadores de asilo dentro de sus propias fronteras. Pero es menos caro invertir en estabilidad que confrontar la inestabilidad. La transparencia, el respeto del estado de derecho, y una prensa libre e independiente, también, son cruciales para la supervivencia de países en la periferia del caos. Porque el caos, como lo sabemos demasiado bien, es contagioso.

Lo que no queremos ni podemos permitirnos es tener países importantes en el Sahel, la franja de países al sur del Sahara, yendo de la misma manera que Siria. Si Nigeria, un país bastante más grande que Siria, fueran a la fractura como un resultado de grupos como Boko Haram, vamos a desear que hayamos pensado más en grande antes que la tormenta.

De hecho, algunas personas están pensando en grande. He estado escuchando las llamadas de una real reunión de fuerzas, africanas y europeas, generales de ejércitos y funcionarios del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, para emular las ideas más geniales de América, el plan Marshall. Ese plan entregó comercio y desarrollo en servicios de seguridad, en lugares donde las instituciones estaban quebradas y la esperanza se había perdido. Bueno, la esperanza no está perdida en Medio Oriente y en África del Norte, aun no, incluso donde se mantienen unidos por cadenas. Pero la esperanza se está poniendo impaciente. Nosotros también deberíamos estarlo.



Siria: La solución temporaria permanente

En Kenia, Bono visita Dadaab, el complejo de refugiados más grande del mundo.

Palabras… Me encantan las palabras y las frases, quizá porque soy un compositor de canciones. Insensateces son un favorito personal. Hoy lo recordaré siempre como el día de “la solución temporaria permanente”.

El complejo de refugiados de Dadaab cercano al límite con Somalia es el más grande del mundo. Es el hogar de 345 mil personas, casi un tercio de ellos nacidos en el campamento, que ha estado allí por un cuarto de siglo. Sin embargo, todavía lo llaman temporario.

Después de los particularmente brutales ataques en Kenia por el grupo yihadista Shabab con base en Somalia, el primer instinto del gobierno fue bajarle la persiana a Dadaab. En su lugar optaron por prohibir las estructuras permanentes de su “temporario” hogar, que tiene una población más grande que Pittsburgh. Pero es ficción pensar que la gente de aquí van a ir a algún lugar pronto.

Lo mismo ocurre en otro campamento gigante keniata, Kakuma, hogar de cerca de 200 mil refugiados en cercanías de la frontera con Sudán del Sur. Juntos, Kakuma y Dadaab, son símbolos dolorosos de vacilantes y, a menudo, confusos esfuerzos del mundo para hacer frente a masas migratorias provocadas por la guerra y la hambruna, particularmente, en África del Norte y en el Medio Oriente.

Hace poco más de cinco años, alrededor de 10 mil personas eran forzadas a dejar sus hogares todos los días. Para 2015, este promedio se ha cuadriplicado. Esta es la peor crisis de desplazamiento forzado desde la Segunda Guerra Mundial. Millones están moviendo a sus familias a través de terrenos peligrosos y aguas turbulentas para huir de conflictos.

Muchos de nosotros estamos familiarizados con la crisis de refugiados de Siria. No tantos lo están con la crisis en Sudán del Sur o Somalia. Sin embargo, cinco de las 10 naciones que más acogen refugiados están en el África subsahariana. Seis de las 10 naciones a los que pertenecen esos refugiados están en el África subsahariana. Y adivinen qué, por primera vez, este problema africano se ha vuelto un problema europeo. La mejor frontera de Europa ya no es más el Mediterráneo, es el más seguro Sahel, la banda de países al sur del Sahara, y la región del Levante, los países del Mediterráneo oriental. Sí África falla, Europa no puede tener éxito.

Hoy me encontré con gente invisible. Gente que no siente que existe. Algunos de los cuales ni siquiera tiene recuerdos de otro hogar porque nacieron en este campamento.

Han sido exiliados dos veces. Primero por su país de origen, luego por el país en el que ahora residen en aparcamientos gigantes de desesperación. Me encontré con un niña llamada Atong, una hermosa niña de Sudan del Sur con ojos desafiantes, solamente adorando a su madre. Le pregunté a su madre que significaba Atong. “Guerra,” respondió.

“Yo nací en guerra,” dijo. “Me crié en una guerra sin padres, y di a luz en guerra.”



Jordania: Un hogar, pero no el hogar

La mayoría de los refugiados sirios en Jordania renuncian a la asistencia que podrían tener en campos de refugiados con tal de vivir independientemente

Arribé a Jordania, un país donde uno de cada cinco personas es un refugiado. La cifra del gobierno jordano es de 1.2 millones de refugiados, la mayoría iraquíes y sirios, aunque el número verdadero es probablemente mayor. Cuando pensamos en refugiados, la mayoría de nosotros pensamos en personas viviendo en campamentos. Pero acá en Jordania la gran mayoría de esas almas transitorias viven en la comunidad.

Pude pasar algo de tiempo con una familia siria que se trasladaron de un campamente a un alojamiento en Amman. Abu Emad y su esposa nos dieron la bienvenida en su hogar. Su hijo de 10 años, Qusai, tiene la sabiduría de años en sus ojos, que se ve forzada por sus anteojos catedráticos. Qusai nos dijo que si un día se vuelve político, tratará de poner a seguro a su gente antes que nada.

Abu Emad me contó que le encantaba su ciudad natal, Homs, más que sus propios ojos y que soñaba constantemente retornar. Nos contó los detalles acerca del mercado de especias que el manejaba, los empleados que parecía acariciar y la naturaleza relajada del vecindario en el que vivía. Era claro que aun estaban traumatizados. Su hija, Layla, a quien no conocimos, tenía 5 cuando se fueron. El bombardeo la hizo incontinente y le dejó con un stress postraumático tan malo que no se la puede dejar sola.

Aunque muy endeudado por el cuidado médico por la diabetes de Abu Emad, la familia nos ofreció un almuerzo y nos sirvió café recién hecho. La familia estaba esperando asistencia en efectivo de la Oficina del Alto Comisionado por los Refugiados de las Naciones Unidas, que ha desarrollado un sistema de biométrico de accionamiento automático para la distribución de fondos. Como parte del proceso de registración, todos los refugiados entrantes reciben un scan de su iris, que sirve como una carta de identidad digital y también actúa como un “código pin” en los cajeros automáticos en el campamento, permitiéndoles retirar efectivo una vez al mes para lo que más necesiten. Es una manera de aumentar la autonomía de los refugiados, como así también, la economía local. La mayoría de los refugiados no tienen permisos laborales, así que la asistencia de dinero en efectivo es una necesidad crítica.

La familia dijo que el campamento jordano que dejaron era “siete estrellas” porque eran tratados muy bien. Pero el vecindario en el que viven ahora los ha puesto de rodillas en gratitud. Vecinos cristianos y musulmanes le han dado la bienvenida, dándoles suministros de gas, camas y almohadas, y comprobando constantemente a Abu Emad y a su salud.

Si alguna vez pierden la esperanza en nuestra humanidad fundamental cuando se enfrentan con los actos diarios de la barbarie en Siria, aquí en este pequeño vecindario de Amman, recordarán de lo que se trata todo, de lo que somos, que es, al final, el uno y el otro.



Turquía: Los refugiados a la sombra de ISIS

Bono visita el campamente de refugiados del gobierno turco en Nizip, ubicado a poco más de 30 millas de las primeras líneas de ISIS.

Turquía es el país de mayor recepción de refugiados, con cerca de tres millones de personas que han huido de los conflictos en Siria, Iraq, Afganistán y otros lugares. Pero lo que llama la atención aquí en la “vieja Anatolia”, donde el primer ministro dice que los irlandeses tienen sus ascendencia, es que mientras el pueblo turco en los alrededores del campamento de refugiados que visité parecían, increíblemente, acoger a sus vecinos, también había una sensación de que algo no estaba del todo bien.

Los campamentos bien administrados estaban llenos hasta reventar; sus escuelas estaban llenas de niños refugiados. Incluso, sin permisos, sus padres no pueden trabajar legalmente, y los recursos de la nación, y la paciencia, están bajo presión. Esto es la primera línea de la crisis migrante, el lugar que plantea la pregunta difícil: ¿Puede Europa manejar esta crisis humanitaria?

Un nuevo acuerdo entre Turquía y la Unión Europea ha sido alcanzado para poner fin a los botes llevando refugiados de Turquía a las islas griegas. A cambio, los turcos recibirán miles de millones en ayuda. Pero las preocupaciones fuertes ya están surgiendo por la legalidad del acuerdo. Se siente más como un acuerdo que como una solución.

Y alarmantemente, Amnistía Internacional ha reportado que desde enero el gobierno turco ha sido forzado a retornar a miles de refugiados sirios a su país, un alegato que Turquía ha negado. Tales deportaciones colectivas, sin tener en cuenta los derechos individuales de aquellos que piden ser refugiados, son ilegales bajo las leyes internacionales, que requieren que sus derechos sean absolutamente protegidos en países a los cuales son deportados.

El campamento que visitamos en el sur de Turquía era muy impresionante y bien organizado. Funcionarios con el coordinador de refugiados del gobierno explicaron que estas personas tenían acceso libre al cuidado de la salud y afirmaron que los refugiados tienen acceso al mercado laboral local, aunque hemos aprendido que no se han dado muchos permisos de trabajo. Cuando pregunté si esto había causado alguna tensión con los residentes locales, me dijeron categóricamente que no, sin embargo, un funcionario fue lo suficientemente franco como para admitir que si la situación continúa por otros cinco años, el consumo de los recursos del país y la buena voluntad, muy probablemente se haga manifiesto.

En Nizip, visité uno de los colegios de campamentos más superpoblados para niños refugiados y me encontré rodeado por chicos de 5 años de edad y fácilmente yo también me volví de 5. Me permití cantar una canción de “Plaza Sésamo” con un giro, “Una Estrella de Rock es una Persona en Tu Vecindario,” sabiendo que esos chicos no tenían ni idea de lo que estaba hablando. Si habían estrellas de rock por allí ese día, eran ellos. Fue un momento iluminado, y estaba muy satisfecho de que el profesor no lo encontrara gracioso que los chicos se rieran como locos. En la escuela de costura que visitamos, recordé que mi madre hacía ropa en nuestra casa en Dublín para traer dinero extra a nuestra familia. Le pregunté a las chicas si querían ir a la secundaria o a la universidad. Curiosamente, ninguna de ellas dijo sí.

Estoy con un grupo de senadores republicanos de los Estados Unidos: Lindsey Graham de Carolina del Sur, David Perdue de Georgia y Thom Tillis de Carolina del Norte. Están claramente preocupados de que la crisis de los refugiados rompan los lazos con la Unión Europea y que incluso socaven a la OTAN. En caso que otro Medio Oriente y país africano que colapse como Siria, hola Libia, hola Egipto, hola Nigeria, Europa podría enfrentarse a una nueva ola de refugiados. Como la canciller de Alemania, Angela Merkel, estos senadores ven una amenaza existencial para Europa, y se están animando a hablar de un plan tipo Marshall para estabilizar Medio Oriente y África del Norte.

En una cena con los senadores, el primer ministro muy catedrático y de voz suave de Turquía, Ahmet Davutoglu, preguntó si U2 consideraría tocar en la cumbre humanitaria que Turquía estará organizando en Estambul en mayo. En un intento de realizar algo cómico, expliqué que U2 es una democracia con todos los desafíos que eso conlleva. Nadie se rió.



Hoy viajamos a lo largo de la frontera siria a un puesto de control de seguridad con King Abdullah II y algunos de sus consejeros militares. Jordania tiene muchas fronteras, todas potencialmente porosas: 365 kilómetros con Siria, 180 kilómetros con Iraq, y el resto con Arabia Saudita, Israel y los territorios palestinos. Sus vulnerabilidades son claras y visibles desde el aire. Pero el ejército jordano está vigilante, utilizando equipos de vigilancia muy sofisticados y estudiando detenidamente los videos en tiempo real para detectar problemas.

Hay constantemente, incluso ahora, gente saltando de Siria a la seguridad de Jordania solo para descubrir que son disparados por sus propias tropas. Disparados en la espalda o, si son capturados, golpeados. Vi videos de ambos casos. Tan perturbador es esto para las tropas jordanas que su comandante en jefe, que es el rey, les dio permiso a sus soldados para contestar el fuego para proteger a esas personas, incluso cuando aun están en territorio sirio.

Estos jóvenes soldados jordanos que se ocultan en las trincheras, defendiendo sus posiciones, a menudo terminan pasando tiempo con los refugiados que han llegado a la línea de fuego. De acuerdo al rey, los refugiados no habrían tenido ni agua ni comida por un par de días, y así las tropas comparten sus escasas raciones con la compañía inesperada.

Junto a la frontera iraquí, el rey nos cuenta, que las tropas jordanas han descubierto un túnel para contrabandistas de armas y drogas. Las tropas jordanas han confiscado millones de tabletas de Captagon, una anfetamina de producción, usado y vendido por las fuerzas del Estado Islámico. Pareciera que este conflicto se alimenta de estas drogas adictivas, que lleva al hipotálamo a un lugar en el que puedes cometer actos horrendos y sentir euforia al respecto.

En el noreste de Jordania, donde limita con Siria e Iraq, el campamento Rukban alberga alrededor de 12 mil refugiados. Los jordanos están tratando de convencer a la comunidad internacional de que necesitan recursos extras para manejar a estos refugiados. Y desde lo que puedo ver, están en lo cierto. El malestar entre los refugiados aquí no solo podría poner en peligro a los ciudadanos jordanos, sino que también podría generar un alarmismo sobre los refugiados por ser peligrosos cuando, de hecho, ellos son usualmente los que están en peligro.