Música para la NASA: "One" de U2

Hay canciones que encogen el corazón como si fueras atravesado por un puñal. "One" de U2 es una de ellas. Grabada entre Berlín e Irlanda en un proceso intrincado, lleno de vicisitudes, y finalmente publicada en 1992 dentro del LP Achtung Baby, se ha convertido en un símbolo más allá de la música, en una declaración de la complejidad de las relaciones humanas.

"One", parafraseando al ex-Sex Pistols Johnny Rotten y su grupo PIL, "no es una canción de amor", aunque trata del amor. "El amor es un templo" canta Bono y el puñal penetra en el corazón. El amor es un templo, es un lugar de dolor, de exaltación, sí, pero sobre todo el amor duele. No es una canción reconciliatoria, porque el amor es tensión, es antítesis, nunca síntesis. Nada se resuelve en el amor. Nunca hay uno, no puede haberlo en el amor, y de hecho la canción refleja la separación, incluso el resentimiento y el despecho, toda la crudeza de las relaciones humanas en estado puro.

Sin embargo, o por esto mismo, la canción estremece, y te da igual quién la firma, porque ya no les pertenece, ya no es suya, sino de la humanidad entera. Parece por momentos que Bono quiere mostrar aquí sus buenos deseos de cooperación, de ayuda, de unidad entre todos los pueblos del mundo. De hecho salió como single en su origen con fines benéficos. Pero el sentido más íntimo de la canción es otro muy distinto y a la vez más amplio. Es que el amor no es nunca una obligación, sino que es un regalo. Es lo que lo hace tan valioso y tan raro.

Me recuerdo con diecisiete años llevando orgulloso al colegio un disco de vinilo que acababa de salir. Se trataba del LP War de una banda irlandesa en gran parte desconocida en España. Corría el año 1983, y aquel joven acababa de gastarse sus pocos ahorros para tener una copia del disco donde salían canciones como "New Year's Day" o "Sunday Bloody Sunday". Por más que quise contarles a mis compañeros que aquel grupo iba a ser muy muy grande, nadie pareció hacer caso. Ahora puedo decir que, por una vez, yo tenía razón.

U2 fueron creciendo y madurando, engrandeciendo su leyenda, hasta convertirse en la banda de rock más importante del fin de siglo XX. De entre sus muchas grandes canciones merecedoras de ir al espacio exterior, "One" puede ser, por su complejidad envuelta en papel celofán, la que mejor represente a U2, no solo por la creatividad de los músicos, sino por el complicado trabajo -por fases- de Daniel Lanois y Brian Eno, los dos productores que intervinieron en su proceso de creación. Si no te estremeces cuando en este concierto en Chicago Bono canta "Love is a temple / Love the higher law" es que ya no tienes sangre en las venas.